domingo, 15 de enero de 2012

¡HEEEEEEEIII...!

¡Casi descuido uno de los rituales anuales de este blog! ¡Con lo que me gusta a mi todo lo referente al rito!
Me estoy refiriendo al saludo a mis seguidores, a la gente suscrita a este blog que cada mes pagan su tarifa y reciben la revista del Forjando en el buzón de su casa (la revista se llama así, 'La Revista del Forjando', y la lleva sobretodo Filas; yo me limito a supervisar que todo esté en orden y no haya salidas de tono). Bueno, pues el año pasado eran 16 seguidores, ¡y ahora hemos subido a 23! ¡Vamos, equipo!
Me gustaría alquilar un local durante una noche e invitaros a todos a algunas cervezas. Hacer nuestra pequeña fiesta privada. Y en un local del Born, oye, ¡seamos generosos! Anteayer fui a la fiesta de un amigo en un local alquilado, y habían preparado hasta tortilla. Pero lo chocante es que había un montón de mandarinas. Os lo juro, había más mandarinas que cualquier otra cosa. Había mandarinas en todas y cada una de las mesas del local. Y en realidad es algo muy bien pensado; las mandarinas son baratas, y a la vez quedas bien con todo el mundo. Así me gustaría que fuese la fiesta de los seguidores del blog.
Si me permitís la frivolidad, yo a la fiesta no acudiría como uno más, sino que me escondería detrás de un cuadro con los ojos recortados y os espiaría desde ahí. No creáis que habría muchos cuadros, solamente ese, y se notaría bastante que los ojos están recortados. Podríais venir a hablar conmigo incluso, si la música no está muy alta os podría contestar con tranquilidad a través de la tela. Al final seguramente terminaría saliendo del agujero y estando con vosotros como si nada, la verdad.

En fin, muchas gracias por seguir ahí, al pie del cañón (¿?). Para terminar, un fenómeno:



El otro día me encontré con esta camioneta de la cafetería El Fornet d'en Rossend aparcada delante de mi casa. Me recordó tanto a uno de sus sobres de azúcar que le tuve que sacar una foto.



Eso no era una furgoneta, era un sobre de azúcar que había cogido mucha energía, que se había puesto cachas y ahora podía transportar personas, además de azúcar. Seguro que si nos ponemos a buscar, logramos encontrar la cantidad original de azúcar esparcida por algún rincón del vehículo.

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