jueves, 12 de marzo de 2009
MARIA SANTAFE
Bueno, hoy os confesaré una pequeña trampa relacionada con esta empresa: una vez me invitaron a una fiesta de disfraces que se daba en un pueblo en las afueras, en una masía. La única manera de llegar hasta ahí era en coche, y la persona que también iba a la fiesta y que se prestó amablemente a hacerme de chófer fue Maria Santafé. Yo iba vestido de Bart Simpson, y ella... de Lucky Luke. ¿Qué os parece?
Digamos que el objetivo de este tour de force ya se cumplió hace mucho tiempo, pero sin embargo yo seguiré, no sufráis. La disfrazaré a mi manera; la charada continúa.
Pero lo que yo quería tratar aquí hoy en realidad es esa experiencia compartida de viajar por un autopista disfrazado y con alguien disfrazado. Esas situaciones de cortometraje universitario. Lo grave fue a la vuelta, a altas horas de la madrugada, todavía disfrazados pero sin ninguna celebración a la que ir, ella además tenía fiebre, yo me dormía... Una imagen como de escritorio viejo al que se van añadiendo documentos a lo largo de las décadas y nadie lo toca. La idea de acumulación de mierda y sobre la marcha... Un juego Jenga.
PD: joder, y en esa fiesta también estaba este tío.
No iba disfrazado de nada y tampoco lo conocí, pero repasando las fotos me lo he topado de morros y me ha impactado.
Su actitud era esta todo el rato.
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Tú sabes algo, Xavier, y no nos lo quieres decir.
ResponderEliminarPor algún extraño motivo el chico le resulta familiar a todo el planeta.
ResponderEliminarYo, en el último carnaval, me disfracé de judío ortodoxo, porque ya estaba harto de que Barcelona fuese la única ciudad del mundo en la que nunca se hace visible esta religión. Y me disfracé, y salí a pasear y hasta a cené en un restaurante, y la gente me miró con cara de creérselo. También me apoyé en un muro antiguo del Barri Gòtic fingiendo lamentarme. Este momento fue un poco peligroso.
ResponderEliminarPor otro lado, pero también relacionado con el mundo del disfraz: me gusta ese momento que siempre llega en el que uno se olvida del pertreche (!) y es él mismo, como siempre, con su humor y sus reacciones, pudiendo darse el caso extremo de enzarzarse en una discusión muy en serio pero quedando inevitablemente deslegitimado por la indumentaria.