El 2012 será recordado, además de por esas Olimpiadas, por ser el año en el que tomaron aquella decisión.
La Iglesia Católica ya se había suavizado mucho por entonces, se habían puesto las mangas largas, y organizaron un nuevo Concilio en el que vieron lógico y coherente que el Papa hiciese el amor. Decidieron que lo podía hacer sólo una vez en toda su vida. En otras palabras, que pegara una follada, jeje... un zumbe fuerte.
No, pero ellos lo presentaron como algo muy digno, un acto, algo muy en contacto con Dios. Que se haría de una forma limpia y transparente, como una traca final al debate pro/anti-condón, para zanjar el tema de una vez. Decidieron hacerlo público, claro, sin secretos, con fotos en la puerta del dormitorio antes de entrar y al salir. Hasta le diseñaron un hábito especial para esa ocasión, que quedaría guardado para los siguientes Papas, que también tendrían que pasar por el ritual.
Y claro, tuvieron que escoger con pinzas a su pareja. Tendría que ser una mujer ni muy joven ni muy mayor; guapa, pero de una forma pura, sin aditivos modernos. Un personaje público, una famosa que simbolizara confianza y saber hacer (pero no ese tipo de saber hacer, ya sabéis); alguien conocido por todos, y que todos pudiesemos estar tranquilos sabiendo que son sus manos las que se encargan de la virgen pichita del Papa. Tenía que ser soltera, claro.
Terminaron organizando unas elecciones especiales en todos los países con gobierno católico, nadie dudó en votar a su candidata.
¿Quién salió al final? No me acuerdo... una presentadora, creo, algo así.
jueves, 11 de junio de 2009
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Imagina los preliminares. El Ratzinger más meloso tratando de extraer todo el jugo a la experiencia. Ojillos cerrados y lengua papal.
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